
La respuesta
la pretenden dar los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson en un libro titulado “Por qué
fracasan los países” (Deusto).
En poco tiempo se ha convertido en la lectura preferida de los economistas del
planeta, porque es una lupa mágica para interpretar 'toda' la historia
económica mundial.
Este es el
razonamiento: la riqueza de las naciones no radica en los seres humanos, la
geografía, los antepasados, ni la genética sino en las instituciones: si
respetan la propiedad privada, la libertad de elección, la participación
ciudadana y la igualdad de oportunidades, entonces la riqueza llega sola.
La prueba es
Nogales. La parte situada en Arizona tiene instituciones que permiten
"elegir el trabajo libremente, adquirir formación académica y profesional, y animar a sus empleadores a que inviertan en tecnología, lo que a su vez, hace que ganen sueldos más elevados”. Y por supuesto, tienen acceso a instituciones “que les permiten participar en el proceso democrático”. En resumen, los políticos proporcionan los servicios básicos que demandan los ciudadanos.
"elegir el trabajo libremente, adquirir formación académica y profesional, y animar a sus empleadores a que inviertan en tecnología, lo que a su vez, hace que ganen sueldos más elevados”. Y por supuesto, tienen acceso a instituciones “que les permiten participar en el proceso democrático”. En resumen, los políticos proporcionan los servicios básicos que demandan los ciudadanos.
En cambio,
en Sonora (la parte sureña de Nogales), los adultos no poseen la
secundaria, muchos adolescentes no van al instituto, hay una
enorme mortalidad infantil, los habitantes viven menos porque las instituciones
sanitarias son deficientes, no tienen acceso a muchos servicios públicos, las
carreteras están en mal estado, hay delincuencia, no hay orden, muchos
sobornos… en fin. Y todo eso se debe a que durante mucho tiempo México estuvo
gobernado por unos caciques de un partido llamado PRI que solo pensaban en
perpetuarse en el poder y enriquecerse. Corruptos todos, por supuesto.
A lo largo
de casi 600 páginas, los autores aplican esta lupa mágica a la conquista de América, al
desarrollo de Botsuana, a la revolución
industrial, a Corea del Norte y del Sur, a la corona española, a la expansión
China… y por Dios, parece que funciona. "Han creado una herramienta para
el análisis histórico que ter permite comprender bastante bien por qué hay
países que fracasan", dice Rafael Pampillón, profesor del Instituto de
Empresa.
El pequeño
imperio de Bechualandia
Más
ejemplos. Tras lograr la independencia, el pequeño reino de Bechualandia se
transformó en Botsuana en 1966. Los jefes políticos, a diferencia de otros
nacientes estados africanos, desarrollaron instituciones económicas que
respetaban el derecho a la propìedad, garantizaron la estabilidad económica, la
participación ciudadana, y el desarrollo de la economía de mercado inclusiva.
Hoy es un país próspero.
Hay que
tomar nota de la palabra 'inclusiva'. La verdadera idea innovadora de los
autores es que para ellos existen dos tipos de instituciones: las extractivas (o exclusivas) y las inclusivas. Las extractivas benefician a las
elites, el pueblo está excluido de la toma de decisiones y no hay respeto a la
propiedad privada. Corea del Norte, Cuba, Zimbabue y muchos más países son
ejemplos de ello.
Las
instituciones buenas son las inclusivas pues hay propiedad privada, opinión
pública, parlamentos o asambleas, mercado libre, etc. Si uno coge la lista de
los países más ricos y prósperos verá que todo encaja.
En resumen,
la pobreza de las naciones se origina porque las élites extractivas sacan el
jugo al pueblo, pues solo piensan en enriquecerse y perpetuarse. Y, aquí viene
el aguijón: Acemoglu y Robinson ponen como ejemplo a las elites extractivas
españolas de la América colonial.
Españoles
extractivos contra anglosajones inclusivos
Esas élites
se dedicaron según los autores, a montar una “institución extractiva”:
extrajeron la riqueza de colonos y esclavos para proveerse de oro, plata y
otros bienes. Resultado: desigualdad. Segundo resultado: inestabilidad y
rebeliones.
En cambio,
según estos profesores del Massachussets Institute of Technology (Acemoglu) y Harvard (Robinson), las élites anglosajonas no
pudieron hacer lo mismo en Norteamérica porque no había oro y porque los
colonos (el pueblo) se lo impidieron creando asambleas en las que
protegían su propiedad, y la repartían equitativamente.
Más
ejemplos: en la Europa que salió del feudalismo, los británicos supieron
respetar las instituciones inclusivas como el Parlamento donde estaba
representada la clase media. Gracias a ello, dieron pie a la Revolución
Industrial, basada en la iniciativa ciudadana y el enriquecimiento general. En
cambio, la corona española estuvo batallando con las Cortes, una vieja
institución que representaba a las clases medias, y al final la demolieron.
Esta élite
extractiva española, según los
economistas, acumuló propiedad y poder, en detrimento del pueblo. Y por eso,
España fue perdiendo poder cuando acabó con la última onza de oro y plata de
las minas americanas.
El artículo
que despertó las conciencias
En España,
la influencia del libro ha sobrepasado la intención de sus creadores. En el
blog Nada es Gratis (Fedea), el economista Samuel
Bentolila lo recomendaba apasionadamente a
sus lectores, y animaba a leer los artículos de Acemoglu y Robinson. En América
Latina ha tenido un impacto esperanzador, porque permite soñar que su pobreza
y sus desequilibrios no es culpa de la indolencia natural sino de sus
élites extrativas. Pero como señalaba un columnista de El Espectador (Colombia),
dado que en muchos de esos países no impera el imperio de la ley, cualquier
crecimiento nunca será sostenido.
En España,
el financiero César Molinas escribió
un largo ensayo en el diario El País, donde se apoyaba en el libro para
poner en su sitio a nuestras ‘élites extractivas’: los
políticos españoles, responsables del 'saqueo y la quiebra de
las Cajas de Ahorro". Este artículo impactó en los economistas y hasta en
los jóvenes que agitan las redes sociales, pues les vino como anillo al dedo
para clamar contra la corrupción y la crisis.
En el libro
de Acemoglu y Robinson todo parece encajar como un anillo: aparece el caso de
dos hermanos coreanos que se encuentran al cabo de muchos años. El de Corea del Norte es médico pero no tiene teléfono ni
coche, le han prestado el abrigo, no puede recibir dinero porque se lo
decomisan y está mal alimentado. El del Sur, se queda sobrecogido.
Aparecen
agujeros
Pero a veces
la lupa mágica también falla: ¿acaso el éxito económico de China se debe a sus 'magníficas
instituciones inclusivas'? Los autores admiten que sí, que el crecimiento
seguirá por algún tiempo, pero no será sostenido. ¿Hasta cuándo?, se pregunta
el lector, pues es patente que los chinos ya llevan 30 años como un cohete y da
la impresión de que tienen combustible para rato.
Tampoco
funciona bien la tesis si uno la aplica a la pequeña Singapur, pequeña colonia
china que no es muy democrática, pero donde los ciudadanos viven felices sin
hermosas instituciones. Menos aún en Arabia,
donde no hay elecciones, ni libertad, ni instituciones, pero que rebeliones, lo
que se dicen rebeliones, no han tenido muchas gracias a que la dinastía de los
Saud reparte riqueza porque, aun con corrupción, sobra algo para los demás gracias
al petróleo.
Esto no
quiere decir que los autores defrauden. La exposición es
tan elegante, los datos históricos tan irrefutables, los ejemplos tan bien
escogidos, que a uno le dan ganas de salir a la calle y aplicar la tesis de las
‘elites extractivas’ a todo lo que funcione mal, desde el bar de al lado, hasta
la empresa de legumbres. Y, sorpresa, funciona.
¿Quién fue
primero?
El libro
pone en movimiento los engranajes de la mente del lector hasta la última página.
En ese momento es cuando se medita quién vino primero: ¿las instituciones o los
hombres? ¿No son los hombres los que crean las instituciones inclusivas? ¿Por
qué tuvieron esas ideas tan acertadas?
Sin
sospecharlo, Acemoglu y Robinson responden a esas preguntas cuando explican el
nacimiento de EEUU: En Maryland y Carolina "fue imposible imponer a los colonos una rígida sociedad
jerárquica porque sencillamente tenían demasiadas opciones en el nuevo mundo...
Y pronto exigieron mayor libertad económica y derechos políticos".
Resumen:
fueron los colonos quienes exigieron esas instituciones. No se las impusieron.
¿Por qué unos hombres las crean y otros no?
(Fuente: http://noticias.lainformacion.com/)
(Fuente: http://noticias.lainformacion.com/)
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